Este
mes de octubre han sido derribadas las antiguas escuelas, construidas en 1927,
y en las que muchos de nosotros nos hemos formado como personas, hemos
adquirido muchos de los conocimientos que poseemos y hemos tenido vivencias
difíciles de olvidar.
Por
eso, al ver como eran derribadas sus paredes, han aflorado en nosotros sentimientos
encontrados de tantos recuerdos vividos dentro de esas paredes: alegría,
amistad, conocimiento, respeto, peleas, maestras y maestros, chicos y chicas
creciendo entre el olor a leña de aquellas estufas y los juegos en el frontón,
el reparto de leche y queso en los años 50, los teatros para el festival de
Navidad, aquellas mesas de madera con los tinteros y las pizarras y sus
pizarrines, la enciclopedia Álvarez, las fichas de la EGB, chicas y chicos
separados en las clases, la llegada de los primeros ordenadores…La reforma efectuada en 1991 con la ampliación a dos clases más donde antes eran las viviendas de los maestros, supuso un paso importante en el devenir del edificio.
En 1998, al construirse las nuevas escuelas, dejaron de cumplir su cometido y pasaron a cumplir una función como espacio para llevar a cabo actividades de ocio.
Miles de recuerdos y vivencias en la historia de nuestro pueblo, generaciones de barasoaindarras podrían contarnos experiencias de su paso por ellas…
Hoy todo eso desaparece por la fuerza de una pala destructora para dar paso a un espacio de ocio y encuentro que mira al futuro con optimismo.
Pero ahí siempre habrá un pequeño rinconcico para la nostalgia de nuestra niñez.
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